Sistemas de Cobros por Congestión (SCC)

Hace casi tres décadas Singapur implementó por primera vez un SCC. Posteriormente, la siguieron otras ciudades en Europa que también buscaban darle una respuesta más sostenible al crecimiento de los niveles de congestión urbana y de emisiones contaminantes en algunos casos.

Muchas de las ciudades latinoamericanas padecen en la actualidad del mismo problema. Por esto debemos aprovechar las lecciones aprendidas para el diseño e implementación de este tipo de medidas.

Las experiencias de ciudades como Londres, Milán, Estocolmo, Gotemburgo y Singapur muestran que la implementación de un SCC tiene efectos positivos sobre el comportamiento de los usuarios, lo que redunda en la reducción de la congestión, las emisiones contaminantes asociadas al transporte, la calidad de vida de los habitantes y en general en la dinámica de la ciudad, pero también impone retos importantes para los tomadores de decisiones, los especialistas en transporte, el sector privado y los usuarios.

Dentro de los principales retos para las ciudades latinoamericanas está que un sistema de este tipo no es una solución por sí solo; debe ir acompañado de importantes inversiones en transporte público y movilidad. En todas las ciudades donde hasta el momento se ha logrado implementar de forma exitosa, la oferta en términos de transporte público y no motorizado es alta; se ofrecen sistemas como metro pesado, metro ligero, buses, entre otros, que se integran entre sí y con sistemas de transporte no motorizado. Se puede decir que el primer día de operación del sistema las ciudades estaban preparadas para el cambio modal de los usuarios que prefirieron bajarse del carro.

Otro reto importante es el proceso de consulta popular al que usualmente se someten estos sistemas para obtener la aceptación pública. Este es un factor clave del éxito pues de acuerdo a la estrategia de comunicaciones o a la manera en que se “venda” el proyecto, la ciudadanía acepta la medida, sus beneficios y vota a favor de ella, lo que genera una especie de blindaje al sistema. En ciudades como Nueva York, Edimburgo y Manchester la medida no pasó la consulta pública o el proceso de aprobación política y hoy en día no están operando.

Hasta el momento los SCC implementados cubren los costos de su operación y generan recursos adicionales que se pueden reinvertir en la ciudad. La experiencia de otros países muestra que en la medida que estos recursos se usan para el mejoramiento del sistema de transporte y los usuarios puedan gozar de estos cambios positivos, el SCC incrementa su nivel de aceptación.

Los mecanismos de contratación y/o adquisición del sistema son otro aspecto clave. La principal enseñanza al respecto es que se debe tener en cuenta que a diferencia de los proyectos de concesión o de APP tradicionales, este tipo de sistemas no busca una curva ascendente de ingresos sino desestimular el uso del vehículo particular, lo que puede ir en detrimento del recaudo. Adicionalmente, es muy importante que el mecanismo de contratación y/o adquisición garantice una alta capacidad de adaptación a condiciones cambiantes del entorno y una comunicación efectiva con otros sistemas que controlen o monitoreen el tránsito en la ciudad.

Todo lo anterior debe estar soportado en una fuerte base jurídica nacional y local, la cual debe atravesar diversas instancias de aprobación que generan un reto para el cronograma del proyecto.

Estas lecciones aprendidas fueron identificadas en el marco de los estudios y diseños que realiza Steer Davies Gleave para la estructuración técnica, legal y financiera del sistema de cobros por congestión para la ciudad de Bogotá, a través de una visita técnica a Londres, Estocolmo y Milán. Conforman una base importante de conocimiento que aplicamos en Bogotá y que puede ser usada en el futuro para la planeación e implementación de SCC en otras ciudades de Latinoamérica.

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